Como es el concurso del mejor Queso del Mundo

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Lo más justo dentro de la injusticia y lo más injusto dentro de lo justo: Reflexión sobre el Campeonato del Mundo de los World Cheese Awards en Portugal

Estamos ante el premio más prestigioso de todos los que se celebran en el planeta. Los World Cheese Awards no solo son una vitrina para los quesos más destacados, sino también un reconocimiento global a la dedicación, el arte y la pasión de miles de productores de queso de todo el mundo. He tenido la suerte y el honor de ser jurado en muchas ocasiones, junto a Mauro, defendiendo con orgullo a España y a los charcuteros de nuestro país. Este evento, sin duda, resalta lo mejor de la quesería mundial, pero como todo en la vida, los premios tienen tanto su parte buena como su parte menos buena.

Es innegable que este concurso, como muchos otros, es un espectáculo. Un evento que atrae a miles de miradas, celebrando la excelencia, la tradición y la innovación. Pero, como todo espectáculo, tiene sus complejidades y, en algunos casos, su dosis de controversia. Cuando llega el momento de comparar quesos tan diferentes, como una pasta láctica contra un queso de pasta dura, o un queso azul contra uno de corteza lavada, la tarea se vuelve difícil, por no decir injusta. Estamos hablando de quesos que, aunque todos tienen en común el amor y la dedicación de sus productores, tienen características tan dispares que la comparación no puede ser más compleja.

¿Cómo medir y comparar un queso de pasta blanda, por ejemplo, con una maduración de solo unos pocos meses, con un queso de pasta dura que ha estado madurando durante años? ¿Cómo evaluar un queso azul, con sus vetas características y su fuerte sabor, junto a un queso de corteza lavada, con una textura y perfil completamente diferente? Es aquí donde la dificultad de los premios se hace más evidente. Al final, no es algo que se pueda cuantificar de manera objetiva, ni se puede aplicar un criterio único para medir lo mejor. Todo depende de la sapiencia de los jueces, que, a pesar de estar altamente calificados, se enfrentan a una tarea casi imposible: comparar productos que, por sus características, son como manzanas y naranjas.

Eso no significa que el concurso no tenga valor. De hecho, las medallas y los reconocimientos son merecidos, y los participantes, tanto los que ganan como los que no, deben sentirse orgullosos de su trabajo. Sin embargo, es importante recordar que la verdadera medalla no siempre es la que se cuelga en la pared, sino la que se gana día a día en los campos, las fábricas y las tiendas. La medalla más valiosa es la que nos otorgan los clientes, el cariño de los amigos, el reconocimiento de la gente que aprecia lo auténtico y lo bien hecho. Porque al final, lo que realmente importa no es el trofeo, sino el agradecimiento de quienes disfrutan de lo que hacemos.

Mi más sincera enhorabuena a todos los participantes y, por supuesto, a los que han ganado medallas. Pero quiero recalcar que el verdadero galardón es el día a día, ese que no siempre se mide con un trofeo, pero que tiene un valor incalculable. El queso es mucho más que un producto; es una forma de vida, una pasión que compartimos con todos los que aprecian lo artesanal.

¡Qué viva el queso y sus gentes!

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